miércoles, 2 de febrero de 2011

haiku diletante III



HAIKÚ PARA EL RECUERDO
Espeso de tí
me hallo en tus sombras
y tú con migo

HAIKÚ PARA EL OVIDO
brillante es
vacío corpulento
lleno de recuerdos

HAIKÚ PARA EL TIEMPO
no estoy ahí
pero no estas sin mí
amigo tiempo

caribe plagado de creatividad y melancolía...


 Con las primeras cerezas de 1972, en la vitrina de la galería Pyramid, de Washington, se exhibió un cuadro que causó un escándalo fácil entre las señoras de sombreros floridos que llevaban a cagar a sus perros en el parque cercano. Parecía ser la fotografía demasiado realista de una mujer en cueros, derrumbada en un mecedor vienés y abierta de piernas frente a los transeúntes sin el menor recato, si bien la expresión de su sexo era más desolada que libertina. La policía ordenó retirar el cuadro, pero su ímpetu se quedó sin razones cuando le demostraron que no era una fotografía, sino un dibujo. El arte tiene sus privilegios, y el más raro de ellos es que se le toleren ciertos excesos que no están permitidos a la vida. El autor de aquel dibujo tan perfecto que hasta la policía de Washington lo confundía con una foto era un colombiano de veintiocho años que sobrevivía a duras penas en un cuarto de servicio del barrio de Saint Michel, en París. Su nombre no le decía nada a nadie. Darío Morales. Su esposa, Ana María, estaba peor que él, porque además estaba encinta. Pagaban el alquiler del cuarto limpiando a gatas las escaleras del decrépito edificio de seis pisos. De noche, Ana María dividía el espacio con una manta para poder dormir, con su niña dormida en el vientre, mientras su esposo pintaba hasta el amanecer. Como no tenía bastante luz, Darío Morales oprimía con cinta pegante el interruptor regulado de la escalera, de modo que no se apagara cada minuto, como estaba previsto, sino que permaneciera encendido toda la noche mientras él pintaba. En Francia hay delitos más graves que ése, por supuesto, pero ningún otro les duele tanto a los franceses. / Gabriel García Marquez- El País- Opinión- 4/11/80

lunes, 31 de enero de 2011

algún día...

algún día... palabras peligrosas. Es en realidad otra forma de decir nunca. En la febrilidad de nuestra adolescencia y durante el transcurso de una temprana estabilidad, tejemos una lista de utopías, de proyectos pletóricos de entusiasmo, pero nada más. listas que van desde leer una sencilla obra, ver una pelicula, viajar en moto hasta la patagonia, visitar la tumba de la abuela en el líbano. 

Por que no lo hacemos?... las respuestas son todas disímiles y llenas de justificaciones.

Debe ser que ese abstracto concepto de la "generación" se acaba con uno y los de la nuestra, una vez cumplida cierta edad, una vez estimado que hay que cumplir otras muchas metas decididamente impuestas, decididamente aceptadas, en una larga competencia por parecernos en objetos y rituales y en decadencia de esos algunos días...

nuestra generacion es un poco diferente... pero al final no hemos demostrado rechazar la angustia de ser uno mismo?'... definitivamente parece que es mejor ser felices como nuestros padres y hacer de la lastima amores eternos... 

por ahora, mi generación y las más próximas pueden cumplir sus algun día, pero sobre todo los mas cercanos al abismo. ya me contarán...