domingo, 27 de marzo de 2011

narración de una noche de 2009 en Bogotá...

Crónica del hábito.

A medianoche de domingo, la calle es un frio tripajo en la tierra, postrado de cansancio. Lúgubre. En ella sólo transita el hambre y la pernicia, acaso el hombre malintencionado.

Me quite de la ventana. Acababa de ver “el ladrón de orquídeas”, en ingles con subtítulos me ha parecido siempre más sensato. Cómo es que sólo los imbéciles crean una voz en off para narrar los pensamientos de sus personajes?, me preguntaba. Pero acaso no lo hacen todos?. esa sensación al menos tengo yo. Me agotaba pensar en un ejemplo contrario, pero de todas formas no soy tan bueno – a veces eso es una bendición –,afortunadamente esto no es más que un ejercicio diletante, puro amor a matar el arte.

-Para cuando pensé esto último ya estaba en la hamaca, con el lápiz danzando sobre el blanco celuloso.

Luego el vacío –seguro la mente parpadea también- y en su despertar, como que ha transcurrido todo el tiempo en esas fracciones de segundos y todo estuvo estático esta vez.

Bueno, Where is my mind – the pixies, se agota a un pálido volúmen. La luz parece más amarilla. El frío agrava. La noche según recordaba, era un inmenso cielo ébano, saturado de infinitas fracciones de fragmentos de las botellas de los ebrios. Aquí es oscuridad y escarcha. Allá el lejano y titilante sonido del pick up. Acá el estertor silencioso del vacío cósmico. Como diría Dylan: en esta ciudad, las estrellas están en la tierra. Pero qué va! – él hablaba de New York. Este país es tan pobre como para ver tal soledad en semejante vía de la capital, pero no lo suficientemente pobre como para poder ver las estrellas.

No more tears – Ozzy – se acaba y se presenta van halen a la plataforma eléctrica del viejo AIWA. Las ventanas musitan en gemidos por el frío, que le saca heladas lágrimas de rocío nocturno.

Yo sinceramente no creo que la gente piense en estas cosas, o por lo menos, no en estos términos. Eso solo le pasa sólo a los que no recordamos como valernos del mundo onírico. En últimas: “pienso, luego duermo”. Así debió nacer aquella máxima. Ello debe ser culpa de la motivación, ese estado de excitación mental que implica utilizar con alta frecuencia eléctrica, la zona erógena del cerebro. Por eso no muchos comprenden por qué se siente ardor y felicidad al enfrentarse a un reto, seguro más de uno tiene una erección cuando resuelve un problema, o una que otra le parece que resolver algo le genera un orgasmo de menudas proporciones . Ello me debió llevar a escribir semejantes pendejadas. Pero por qué no paro?, para que sigo?.

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